Vestidors
Generaciones de Vestidors hacen posible esta maravilla fallera.
Los Vestidors de la Verge dels Desamparats confeccionan, con los ramos de flores de la Ofrenda, el manto de la imagen de la Mare de Déu dels Desamparats, de 15 metros y construida con tablones de madera, instalada por primera vez en la Plaça de la Verge en 1987.
La idea, fue del artista fallero José Azpeitia, pero fueron el vestidor Pedro Llorca y el artista fallero José Carrero, quienes la presentaron a Junta Central Fallera y fue aprobada.
Antes de 1987 ya había quien se encargaba de poner los ramos de la Ofrenda en la estructura que se coloca en la fachada de la Basílica y en otras con forma de conos.
Al principio, los Vestidors eran un grupo de amigos, muchos de ellos de Cruz Roja, expertos en alpinismo; para estar arriba subidos colocando ramos tienen que ser personas experimentadas. Están integrados de jóvenes a viejos, se juntan hasta tres generaciones y lo hacen con total devoción.
El dibujo del manto se desvela al final del primer día.
También hay bordadores, que subidos a la estructura realizan el contorno del dibujo, y dos o tres de ellos, los más veteranos, son los que dirigen.
El dibujo del manto siempre ha sido un secreto, y sólo lo conocen los Vestidorsquince días antes de la Ofrenda, al final de la primera jornada, el viernes, ya podremos empezar a verlo.
Antes de empezar el primer dia de la Ofrenda, rezan una oración a puerta cerrada en la Basílica, después se reunen en la Plaça de la Verge para repartir las funciones, besar uno a uno, la medalla de plata de la Mare de Déu, y gritar, cada año uno de ellos, la frase: “Vestidors, tots a una veu”, que el resto responde: “Vixca la Mare de Déu”.
Todos juntos gritan: “Vixca la Mare de Déu”
Con los años se mejora el proceso, y desde que en los 90 se empezó con el dibujo, empezamos a decirles a las comisiones las flores y colores que debían traer.
Se fueron mejorando otras cosas, por ejemplo, que los ramos no llevaran ganchos, que acababan clavándose los Vestidors , ya que algunos terminaban con los brazos con heridas, ni tampoco papel de celofán que resbalaba en el suelo.